Los mitos
¡Un horario de prácticamente medio día jugando con los niños y toda la tarde libre! ¡Dos meses de vacaciones al año y además puentes y días festivos! Y por si fuera poco, ¿Un excelente sueldo por un trabajo tan fácil y que cualquiera podría hacer?
Frases como estas son las que oímos todos los días cuando se habla de la labor docente, pero no debemos dejarnos llevar por lo poco que vemos porque esos comentarios no sólo son mitos y suposiciones, sino que además la poca realidad que pudiera haber en ellos sólo es la pequeña punta de un iceberg gigantesco.
Un buen maestro tiene ojos de águila, habla con los ojos y penetra el corazón de sus alumnos, siente pasión por lo que hace y los inspira, diseña sus sueños, moldea sus pensamientos, ríe con ellos, juega con ellos, come con ellos, los hace viajar a lugares lejanos sin salir del salón. Comparte sus conocimientos pero impulsa la curiosidad y el deseo por aprender. Es un modelo y un ejemplo, pero también es un amigo. Canta, da marometas, realiza disecciones, o se ensucia en lodo sólo para que ellos comprendan mejor.
Un buen maestro cree en sus alumnos y convierte su labor en un acto de fe.
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